Cuando hablamos de límites quienes estamos criando en general reconocemos la importancia de los mismos, así como también el desafío que representan. Se nos presentan cuestiones como: cómo ponerlos, cuándo empezar, cuáles son los importantes, no queremos quedar del lado de la permisividad, pero tampoco queremos caer en el autoritarismo. Se nos pone en juego también algo no menor, que tiene que ver con cómo fue nuestra vivencia en relación a los límites en nuestra infancia ¿Eran demasiado rígidos? ¿O por el contrario eran casi inexistentes? ¿Eran claros? ¿Eran cambiantes según la situación? ¿Eran establecidos en base a premios o castigos? ¿O eran consistentes y respetuosos? Y las preguntas y los casos podrían seguir sin dudas, pero hay algo que en general sucede cuando hablamos de límites y que lo veo en las familias a las que acompaño, es que los límites representan un gran desafío y varias dudas para quienes somos responsables de las infancias.
A mí me gusta pensar los límites, no tanto desde lo que separan, o lo que prohíben, sino más bien desde lo que pueden llegar a contener: cuidado, responsabilidad, mirada, respeto.
Los límites son esas líneas rojas, esos bordes, que nos dan contención y que sabemos que todo lo que esté dentro es seguro. Nos ayudan a mantenernos a salvo, tanto a nivel físico, psíquico, como emocional. Y no solo a cada uno y cada una, sino también a las personas con las que nos vinculamos y al espacio que compartimos.
Podemos decir que los límites son esenciales para la vida y no dependen de la cultura, de la sociedad o de la familia en la que nacemos. En este sentido, por ejemplo, toda persona adulta responsable del cuidado de un niño o una niña hay ciertas cosas que no le daría a un niño acá y en China, si sabe que pone en riesgo su salud.
¿Cómo y cuáles deberían ser los límites?
Si pensamos en la infancia los límites deberían ser muy pocos y están regidos por estos ejes: el respeto, alimentación, higiene, descanso, y en los últimos años se ha agregado el uso de pantallas. Pocos no quiere decir poco importantes, todo lo contrario. Son pocos y son muy importantes, son esos “no negociables” que de a poco deberemos ir introduciendo en la vida de los y las peques. A la vez que les iremos haciendo saber, desde la palabra, con acciones, con nuestro ejemplo, que respetarlos es muy importante. Un punto a tener en cuenta es que los límites se construyen, con tiempo y mucha dedicación. No podemos esperar que un peque de año y medio entienda que es importante a la primera vez que se lo decimos no trepar en el mueble de la tele porque se le puede caer todo encima. Se lo explicaremos muchas veces, lo bajaremos otras tantas y apelaremos también a regular el ambiente para que esto no suceda. Cuando hablamos de ambiente preparado estamos hablando quizá de las primeras formas de establecer un límite, si hay algo que nos resulta peligroso no lo dejaremos al alcance del peque, si hay algo que no queremos que coma no lo compraremos, si no queremos que vea determinado contenido en la tele no lo pondremos en el tiempo compartido, etc. ¿Vieron que hasta ahora no mencionamos el “no”? es que lo dejaremos para los momentos en que realmente sea necesario. De esta manera nos evitamos el agotamiento de tener que decir “no” decenas de veces al día y le mostraremos a los y las peques que cuando lo utilizamos es porque esa línea no se puede cruzar.
Pero no es que no se pueda cruzar para evitar ser castigados o castigadas, sino que si lo cruzamos estamos en riesgo nosotros y nosotras, los otros y las otras y/o el ambiente que compartimos. Tampoco es que si cumplen con ese límite les daremos un premio, iremos introduciendo de a poco la noción de que ese límite se respeta simplemente porque es lo saludable para todos y todas.
¿Esto los niños y las niñas siempre lo entenderán? no, no siempre lo harán y es probable que algunas veces (o muchas) ofrezcan resistencia, porque este límite viene a cortar con las ganas que tenían de hacer algo, con el impulso, el desafío y el placer que les da hacer ciertas cosas. Acá es importante mantener el eje y recordarnos que somos los adultos y adultas y que esa actividad los y las pone en riesgo no va a ser placentera luego por ejemplo. Y nos repetiremos si es necesario, cual mantra, “yo soy la adulta” “yo soy en adulto” Ya que aunque ese límite les cueste es necesario establecerlo.
Lo más desafiante de los límites podría ser cómo ponerlos, de manera firme, clara y respetuosa, cómo acompañar la frustración o el enojo de los y las peques. Validando lo que les sucede, acompañando, ayudando a regular y explicando la importancia de ese límite. Parece fácil así ¿No? Sé que no lo es, no es sencillo acompañar los desbordes y para sumar más aún, en este momento entramos como en un viaje al pasado y conectamos en un segundo con el niño y la niña que fuimos y cómo nos acompañaron en esos momentos.
Pero si sabemos que ese límite nació primero en nuestro interior, desde la conexión y no desde el enojo, desde lo genuino y el cuidado y no desde el “porque yo lo digo” “porque soy tu madre/padre” ese límite llega de manera más natural y más orgánica.
Para establecer un límite antes hay que conectar:
- Estando en conexión con lo que sucede en ese momento, con el niño y la niña que tenemos en frente.
- Estando en conexión con lo que nos sucede a adultos y adultas, con lo que nos ocurre y necesitamos
- Utilizando estrategias para no perder la calma (respirar, tomar agua, movernos)
- Sabiendo que es nuestra responsabilidad y que no siempre el niño o la niña va a entender o aprobar ese límite
- Poniéndonos a la altura del peque, haciendo contacto visual
- Utilizando un tono neutro y calmado
- Tomando en cuenta la edad del peque, utilizando un lenguaje que sepamos que entiende, no abundando en demasiadas explicaciones
- Anticiparnos cada vez que podamos y anticiparles a ellos y a ellas lo que sucederá.
¿Qué sucede cuando se cruza un límite?
Lo primero que podemos hacer es decirnos a nosotros/as mismos/as que no es algo personal, no nos están haciendo nada, ni lo están haciendo para molestarnos.
La mayoría de las veces están probando, intentando entender hasta dónde va ese límite. ¿Recuerdan esas líneas rojas que mencionamos al principio? Bueno, para saber hasta dónde van y dónde está el borde los y las peques tienen que experimentar una y otra vez hasta comprender desde la vivencia y desde el cuerpo que ahí está el límite. Ahí reside uno de los grandes desafíos de establecer límites desde el respeto, nos toca acompañar muchas veces, nos toca respirar y volver a encuadrar seguramente muchas veces más.
Y como sucede en otros ámbitos, si se rompe algo lo reparamos, si se rompe un límite o una regla, volveremos sobre eso y la “repararemos” construiremos nuevamente ese límite y le explicaremos nuevamente que es importante cumplirlo.
En la infancia los límites se construyen, se aprenden, se exploran, se prueba “hasta dónde”, se rompen muchas veces, los y las frustran, se interiorizan y lleva tiempo incorporarlos.
Lo importante es que quienes estamos criando tengamos claro que ese límite surge como un deseo y necesidad de proteger lo que es importante y que intentemos ser coherentes al mantener ese límite.
Si les interesa este tema, quedense cerquita que en breve Romina de @mamanosabetodo estará lanzando un recurso gratuito sobre “¿Cómo acompañar las emociones y establecer límites respetuosos? pensado para acompañar a las familias en esta desafiante tarea.